
Escribirte como si fueras a ser tú el único en leerme.
Curioso.
Escribirte como si aún hubiera una posibilidad de que todo fuera maravilloso.
Patético.
Como si supiera que esperas algo por mi parte.
Irrisorio.
Sé que debería decirte lo que pienso, pero caigo en el tópico de haber perdido las palabras precisas, las necesarias. Cómo no perder la fe. Dime cómo no despilfarrar el lenguaje, hoy que se ha ido un maestro.
Y aunque sólo haya sido por un momento, sé que hoy mi nombre se ha posado en tu pensamiento como una mariposa perdida en la espesa vegetación de los bosques del norte, cuando has oído en las noticias, que Gonzalo Rojas ha muerto.