jueves, 13 de agosto de 2009

¿Sabes?

He creído ver tu rostro está mañana, tras el mío en el espejo del baño, que tan poco te gustaba. Pero no te preocupes, por fin he decidido cambiar las bombillas amarillas con las que al maquillarte, parecías una estrella de Hollywood.
No quiero volver a ver estrellas que no sean tú, que no lleven dentro una parte de mí.
No sabes cuanto te añoro.

El otro día pasé por la peluquería intentando adivinar tu sombra al otro lado del cristal rayado que parece oscurecerse los días que el sol brilla intenso en la plaza. No volveré a cometer ese error. Juana se dio cuenta de que estaba sorteando las rayas de la luna del establecimiento, y salió a darme el pésame.
Ya no puedo más. Creo que no podré soportarlo.

Tere y Marisa prefieren no acercarse, y Jacobo y “Reinita” tampoco han llamado.

Siempre dijimos que los dos moriríamos a la vez, juntos, y no es justo, maldita sea. No es justo que tú te hayas marchado sin esperarme. No sé cuanto tiempo podré vivir sin ti. Acostumbrado a que ocupes tu espacio en la cama, incluso dormir es para mí un reto. Y despertar, y retomar la consciencia, saber que no podré volver a decirte que cada día estás más guapa, puede conmigo.

Nunca quisiste creértelo. Eras así. Me pedías que dejara de vocear, que no volviese a repetírtelo, pero yo tenía toda la razón; cada día estabas más guapa. Y esas arrugas que fallidamente intentabas ocultar, me hacían recordar cada mañana la primera vez que te vi, y todo lo que habías cambiado desde entonces, y todo lo que habíamos compartido.

Te parecerá una estupidez pero esta mañana he vuelto a poner tus calcetines junto a los míos en el radiador de la cocina. Ya ves, sigo sin poder dejar de repetir los pequeños rituales que realizábamos de forma casi sagrada, cada día. Eso te hacía especial, y en cierto modo, eso era lo que nunca olvidaré de ti.
Dios, que difícil es intentar mantenerme sereno ante todo esto.

Me voy a acostar, ha sido un día muy difícil, aunque desde que te marchaste todavía no ha llegado ninguno que no lo sea. El reverendo me ha pedido paciencia y el doctor sosiego.

No te preocupes querida, mañana volveremos a hablar. Seré fuerte, Concha. Voy a cumplir con lo que te dije, sólo recuerda que nunca te olvido. Nunca. Jamás.

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